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Atticus

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Atticus Finch es el padre viudo de dos hijos en la novela de Harper Lee ganadora del Premio Pulitzer en 1960, Matar a un ruiseñor, y se le ve para siempre como Gregory Peck, que lo retrató en la película de 1962 del mismo nombre, y que ganó un Oscar por ello. (¡Y no conocemos a NADIE que no quiera haberlo tenido como padre!) Llamado «Atticus» por sus hijos huérfanos de madre, es la base sólida de sus vidas, una responsabilidad que asume con seriedad y sensibilidad. Y como abogado, es un dechado de equidad justa, pero autocomplaciente. Acepta el caso de defender al injustamente acusado Tom Robinson, y se enfrenta a la ira de los ignorantes racistas de la gente del pueblo. Trabajando y viviendo en el entorno anterior a los derechos civiles del Sur profundo, Atticus se enfrenta al reto de enseñar a sus hijos a comportarse con justicia y dignidad, y a respetar los derechos individuales de todas las personas sin excepción. Su mejor lección está en la forma de llevar su propia vida, y con ese ejemplo se gana el respeto eterno, no sólo de sus hijos, sino de todos sus devotos lectores y admiradores. Es casi imposible creer que sea un personaje de ficción.
Jeremy (o «Jem», como se le conoce) es el joven, hermano de Scout e hijo de Atticus, en la novela de Harper Lee de 1960, Matar a un ruiseñor. Fue interpretado por Phillip Alford en la inmensamente exitosa película de 1962 del mismo nombre. Jem es un joven muy atractivo, el hijo bueno pero no perfecto, el hermano mayor pretencioso pero cariñoso. Se esfuerza por estar a la altura de los ideales de su padre y trata de transmitir a su hermana pequeña parte de la «sabiduría» que tanto le ha costado conseguir (no sin un poco de grandilocuencia). El resultado de lo que es esencialmente un juicio de derechos civiles que su padre está defendiendo tiene un profundo efecto sobre él y su sentido evolutivo de lo que es bueno y correcto en el mundo. Al final de la novela nos queda la sensación de que, aunque Jem se haya desilusionado temporalmente, su entorno familiar es lo suficientemente fuerte como para permitirle recuperarse de la pérdida de la inocencia, madurar hasta alcanzar una comprensión más profunda de las formas del mundo y decidir mejorarlas siempre que sea posible. Es un chico del que cualquier padre o hermano estaría orgulloso de reclamar.

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