Los grandes líderes cuentan grandes historias. Aquí están sus secretos. (Crédito de la foto: Wikipedia)
Las historias nos atrapan. Nos atrapan, nos transportan y nos permiten vivir de forma vicaria y visual la experiencia de otra persona. Como he dicho a menudo en mi trabajo en torno a la presencia, las historias compartidas aceleran la conexión interpersonal. Aprender a contar historias para captar, dirigir y mantener la atención de los demás es una habilidad de liderazgo clave. Contar historias también ayuda en gran medida a cualquier persona que hable o haga una presentación frente a una audiencia.
Sin embargo, por mucho que nos guste escuchar las historias de los demás, en mi investigación he descubierto que la mayoría de las personas no se consideran buenos contadores de historias. A menudo escucharé razones como:
- Nunca se me ocurre
- Tiendo a divagar y a perder el hilo
- Me cuesta calibrar el interés
- Nunca estoy seguro de cuántos detalles utilizar
- No tengo buenas historias que compartir
- Moraleja o propósito claro – hay una razón por la que estás contando esta historia, a esta audiencia, en este momento
- Conexión personal – la historia te involucra a ti, o a alguien con quien te sientes conectado
- Puntos de referencia comunes – la audiencia entiende el contexto y la situación de la historia
- Personajes e imágenes detalladas – ten suficiente descripción visual para que podamos ver lo que estás viendo
- Conflicto, vulnerabilidad, o logro con el que nos podemos relacionar – similar al punto #4, muéstranos los desafíos
- Ritmo – hay un comienzo claro, un final, y un camino de vuelta al tema
Pero que algo sea incómodo no significa que esté mal. Aprender a contar historias con confianza merece el esfuerzo. Como escribí aquí, hay una buena razón. Retenemos las historias mucho más tiempo que los datos, y hemos evolucionado para escucharlas y aprender de ellas. Las historias sustentan las culturas de empresas, organizaciones y países enteros. Las personas nuevas aprenden qué hacer y cómo asimilar a través de las historias de los demás.
Lo mismo puede decirse de las anécdotas, que son básicamente historias cortas. Un estudio de investigación de Stanford demostró que las estadísticas por sí solas tienen una tasa de retención del 5-10%, pero cuando se juntan con anécdotas, la tasa de retención se eleva al 65-70%.
La realidad es que muchos de nosotros no nos molestamos en contar historias -no porque no creamos que sean importantes- sino porque no estamos seguros de cómo contarlas bien. Aquí están algunos de mis mejores consejos sobre cómo abrazar el increíble contador de historias que se encuentra dentro de todos nosotros.
1. Lleva un registro del contenido de las historias.
Es mucho más fácil encontrar las historias adecuadas si tienes una lista a la que acudir. Acostúmbrate a tomar notas sobre el contenido que daría lugar a una buena historia: victorias de clientes, retos, momentos de perseverancia, etc. Para empezar, dedica una hora sólo a pensar en experiencias que hayas tenido en las que hayas superado dificultades y te hayas hecho sentir orgulloso (o a otros).
Una vez que lo conviertas en un hábito, descubrirás que puedes obtener nuevo forraje con frecuencia, que podrás aprovechar cuando lo necesites.
2. Cuando tenga puntos importantes, acompáñelos con una historia.
Una de las aplicaciones más poderosas de las historias en un entorno de trabajo es para transmitir mensajes que desea que tengan resonancia, desde cambios culturales generalizados hasta la tutoría personal. Para utilizar las historias, sólo tienes que hacer una pausa, y acordarte de hacerlo. Y revisar esa lista que acabas de hacer.
La próxima vez que te encuentres contemplando qué palabras quieres decir (un indicador de un mensaje importante), considera también qué historia te ayudaría a apoyar tus puntos. Descubrirá que le ayudará a comunicar su mensaje, y a que el oyente lo escuche.
3. Practíquelas.
Existe la percepción errónea de que los grandes narradores pueden sacarse estos hilos del sombrero y contarlos con aplomo. Las mejores historias son las historias bien contadas, porque mejoran con cada relato. Siempre que alguien en mis talleres se ofrece para contar una buena historia, es una que ha contado muchas veces antes.
Si quieres mejorar en la narración de cualquier historia, empieza a exponerla a varios grupos de personas. Te garantizo que aprenderás de cada experiencia. Y en lugar de anquilosarte, mejorarás.
Una advertencia: sí que debes variar los públicos a los que cuentas tus historias. Practicar es importante, pero no quieres ser conocido por contar las mismas historias a las mismas personas.
4. No intentes ser perfecto.
Muchos de nosotros nos esforzamos por ser perfectos en muchas cosas de nuestra vida, pero definitivamente no quieres mostrarte así en tus historias. Los narradores perfectos son aburridos y robóticos. Los personajes perfectos en las historias son alienantes. Nadie quiere oír lo increíble que eres, o lo bien que has conseguido tu objetivo.
En cambio, nos cautivan las historias que implican cierta vulnerabilidad. Queremos oír hablar de las luchas y de cómo superarlas, así que sé sincero. Cuando compartas historias, sé revelador sobre los obstáculos en el camino. Está bien hablar del éxito, pero no omitas lo que te llevó hasta allí.
5. Utiliza una buena estructura de la historia.
Una buena historia no es complicada, en realidad es bastante sencilla. Aconsejo poner las historias en una estructura que tenga lo siguiente:
Finalmente, una lección que estoy constantemente reaprendiendo es que nunca puedes tener suficiente uso de historias. Voy a atascar un keynote con historias y ejemplos, y todavía recibiré preguntas de la audiencia para escuchar más. Así que no se preocupe por agobiar a nadie con sus historias y considérelas como regalos.
Después de todo, puede que escuche una buena a cambio.
Kristi Hedges es una coach de liderazgo, oradora y autora de Power of Presence: Unlock Your Potential to Influence and Engage Others. Encuéntrala en kristihedges.com y @kristihedges.