Muy a menudo, cuando uno piensa en la Inquisición, le viene a la mente la Orden de los Dominicos como protagonista de la guerra declarada por la Iglesia Católica contra los herejes. Los hermanos dominicos fueron durante mucho tiempo los más activos defensores de la Inquisición. A medida que esta temible institución redujo su actividad con el paso del tiempo, la Orden perdió finalmente el interés por el fenómeno de la brujería.
¿Quiénes eran los dominicos?
La Orden de los Dominicos fue fundada por Santo Domingo a principios del siglo XIII en Toulouse, al sur de Francia. La parte más importante de la misma es la Orden de los Frailes Predicadores. La orden tiene otros dos grupos dentro de sí misma :las Hermanas Dominicas (Segunda Orden) y los Hermanos de la Penitencia de Santo Domingo (Tercera Orden).
La Constitución de la orden dice que: «Nuestra orden fue instituida principalmente para la predicación y para la salvación de las almas» y que «Nuestros principales esfuerzos deben ser puestos, seria y ardientemente, en hacer el bien a las almas de nuestros semejantes». (Enciclopedia Católica, Dominicos). Con esta visión en mente, los frailes dominicos se propusieron salvar las almas de los herejes, primero en Europa, y después en todo el mundo. Reconocidos formalmente por el Papa Honorio III en 1216, se les permitió acceder a cualquier comunidad católica sin pedir ningún permiso a los ministros locales.(Encarta, Dominicos)
La orden hizo voto de pobreza, como la mayoría de las demás órdenes monásticas cristianas. Vivían únicamente de lo que se les daba. Sus claustros eran sencillos y la mayoría de las veces estaban situados en ciudades. A Santo Domingo le gustaban los cuervos y las infinitas posibilidades de predicación que existían en una ciudad.
Había un dicho en la Iglesia católica que describía esta situación:
Bernardus valles, montes Benedictus amabat,
Oppida Franciscus, celebres Dominicus urbes.
(Bernardo amaba los valles, Benito las montañas, Francisco los pueblos, Domingo las ciudades populosas). (Enciclopedia Católica, Dominicos)
Roma, el centro del catolicismo, tenía bastantes dominicos viviendo allí. Durante la mayor parte de la historia gozaron de los favores de los Papas, que siempre tenían a un fraile dominico como censor de la literatura en nombre de la Iglesia católica. Su presencia en las ciudades también significaba que varios príncipes y otros nobles tomaban bajo su patrocinio los claustros de frailes. Los nobles no sólo apoyaban a los frailes que rezaban por sus almas, sino también al arte que empezaba a florecer en los claustros. Ese fue el caso del convento dominicano de Florencia, donde Fra Angelico pintó escenas de la Biblia adaptadas a las creencias dominicanas. Muchos de sus cuadros sobre Cristo incluyen a varios santos, como Santo Domingo o Santo Tomás de Aquino, que obviamente no podían estar presentes en esas situaciones. Los cuadros muestran la importancia que la Orden daba a ciertos santos a través de la metáfora de asociarlos directamente con Cristo.