Las 97 habitaciones son minimalistas, con una sencilla paleta de colores en blanco, negro y gris, y toques elegantes pero vanguardistas, como un sofá de terciopelo azul abotonado, un baño con paredes de mármol, cojines de cama con tachuelas de metal y cabeceros de cuero. También hay obras de arte del artista británico Harland Miller. Faltaba espacio en el armario y no había cargador para el iPod, ni menaje para hacer té o café. Las suites tienen ventanas correderas del suelo al techo y balcones privados con vistas al Empire State Building y a la Freedom Tower. Durante mi estancia hubo algunos problemas técnicos, como un televisor defectuoso y la imposibilidad de conectarse a la red Wi-Fi (a la que sólo se puede acceder a través del navegador Internet Explorer en los ordenadores). Pero el personal fue servicial y rápido a la hora de resolver estos problemas. El lujoso Sixty Loft, una suite de dos plantas, incluye una sala de estar con un sofá de terciopelo en forma de L, un balcón privado, una cama con dosel, una chimenea y una azotea con tumbonas. Se ofrecen dos minibotellas de agua de cortesía al bajar la cama; de lo contrario, se cobra de 5 dólares (330 ml) a 8 dólares (700 ml). Aunque se ofrece agua gratis en la «sala de cardio» del sótano, que es diminuta y sin ventanas, pero funcional, con dos cintas de correr, una bicicleta estática, una máquina de cardio elíptica y un pequeño banco de musculación.