La lealtad es el cumplimiento de aquello que exigen las leyes de la fidelidad y el honor. Según ciertas convenciones, una persona de bien debe ser leal a los demás, a ciertas instituciones y organizaciones (como la empresa para la cual trabaja) y a su nación.
La lealtad es una virtud que se desarrolla en la conciencia y que implica cumplir con un compromiso aun frente a circunstancias cambiantes o adversas. Se trata de una obligación que uno tiene para con el prójimo. Por ejemplo: «El ayudante técnico mostró su lealtad al entrenador despedido y dejó su cargo”.
Lo contrario de la lealtad es la traición, que supone la violación de un compromiso expreso o tácito. El caso más comúnmente citado es la infidelidad en una relación de pareja: no ser leal a esa persona con la cual se estableció un lazo sentimental es considerado una traición.
Los trabajadores, por otra parte, deben mostrar lealtad a su empresa; en algunos casos, se firman contratos de confidencialidad, que exigen a los empleados la absoluta reserva con respecto a las actividades que realiza en su horario de trabajo, sea que se trate de ideas, nombres de productos o decisiones de la compañía, tales como una estrategia de mercado.
En algunos países, existe una ceremonia mediante la cual los ciudadanos expresan su compromiso y su fidelidad a su patria, que se conoce con el nombre de «jura de la bandera».
Se habla de lealtad, además, para hacer referencia a la gratitud, compañerismo y amor que algunos animales son capaces de mostrar a las personas. El perro y el caballo suelen ser mencionados como animales leales, capaces de arriesgar sus propias vidas para salvar a sus familiares humanos. Con respecto a esta visión en particular, es necesario hacer ciertas aclaraciones.
En primer lugar, este tipo de lealtad se considera una entrega absoluta, que no repara en el trato recibido, que no exige nada a cambio. A pesar de la crueldad que encierra este tipo de relaciones, se espera que un animal doméstico sea feliz recibiendo la cantidad de alimento que el veterinario de turno decida que es la adecuada, un modesto paseo por la ciudad y eventuales juguetes para calmar su ansiedad, y que soporte cualquier castigo por parte del ser en el cual confía.
Si la lealtad realmente consiste en aceptar torturas por no poder o querer separarse de otro ser vivo, entonces se trata de un término retorcido y siniestro. Detrás de algunos perros de raza pequeña que lucen lazos que no escogieron, que van más seguido a la peluquería que muchas de las personas que conocen, y que curiosamente ladran a todo animal que se cruza en su camino, hay un ser vivo colmado de estrés y de frustraciones, un individuo forzado a vivir encerrado entre cuatro paredes, con tutores que le enseñan a despreciar aquello que debería amar: la libertad y la naturaleza.
Resulta difícil precisar lo que los animales sienten por nosotros, ya que estamos sujetos a nuestra percepción de sus actos y de sus muestras de afecto; pero seguramente la realidad antes señalada se debe a su capacidad de tolerar y de perdonar, de dar nuevas oportunidades a los demás, uno de los tantos puntos en los que nos superan ampliamente como especie. Esto no significa que no sean leales; por el contrario, se trata de un intento por demostrar que su lazo con nosotros es mucho más complejo y profundo que un contrato vitalicio.
La lealtad entre personas y animales ha sido protagonista de muchas de las obras literatura más importantes de la historia, algunas de las cuales han sido llevadas a la gran pantalla. Dos ejemplos ampliamente conocidos son «Colmillo blanco» y «Azabache».