Cuando reflexiono sobre mis experiencias como profesor universitario, a menudo surgen varios temas de El Mago de Oz. Esta conocida historia proporciona una visión metafórica de los comportamientos que me esfuerzo por lograr en mi trabajo continuo con los estudiantes. En el conocido viaje del cuarteto a la Ciudad Esmeralda, veo las características necesarias para la excelencia en la enseñanza: la necesidad de mejorar, afinar y renovar a medida que viajamos con los estudiantes a través de los cursos y los planes de estudio. Como Dorothy, el León Cobarde, el Espantapájaros y el Hombre de Hojalata, los profesores de éxito deben tener valor, pasión y cerebro.
Se necesita valor para
- decir «no lo sé» a la pregunta de un alumno, seguido de «pero lo averiguaré»;
- mantener los propios estándares académicos a pesar de las objeciones de los alumnos;
- confiar en los propios sentimientos «viscerales» y en las percepciones intuitivas que implican a los alumnos;
- Probar nuevas estrategias de enseñanza y obtener retroalimentación para evaluar su eficacia;
- No estar de acuerdo con los colegas en cuestiones de desarrollo de planes de estudio/programas;
- Afrontar las evaluaciones de los estudiantes sobre el desempeño de la enseñanza con humildad y no con vulnerabilidad; y
- Evitar el agotamiento y la tentación de volverse cínico, manteniendo el compromiso con la propia vocación.
La pasión es necesaria para
- cuidarse a sí mismo (física, mental y espiritualmente) para poder cuidar a los alumnos;
- esforzarse por conocer el nombre de cada alumno y sus necesidades especiales de aprendizaje;
- proporcionar una pronta retroalimentación del rendimiento de los alumnos junto con un estímulo crítico;
- recomendar asesoramiento personal a un estudiante abrumado por los muchos factores de estrés de la vida;
- compartir los éxitos/fracasos con los colegas y aprender también de sus historias;
- sin perder el sentido de la esperanza para los estudiantes con dificultades académicas; y
- estar disponible para los estudiantes además de «con cita previa» o para discutir las calificaciones.
Se necesitan cerebros para
- buscar un mentor docente al principio de la carrera y convertirse en uno más tarde;
- reconocer que la mayoría de los instructores se sienten como impostores de vez en cuando;
- equilibrar la propia vida académica con una vida significativa fuera del campus;
- enfocarse en la diversidad de estilos de aprendizaje de los estudiantes más que en el intelecto/personalidad de los mismos;
- leer o buscar información sobre la enseñanza en cada oportunidad;
- reír, divertirse y disfrutar de los estudiantes; y
- aprender de los errores del pasado al desarrollar e implementar futuros cursos.
De los cuatro, creo que Dorothy tiene esos atributos de carácter más admirables en los profesores. Es aventurera, mantiene la mente abierta, persevera incluso en circunstancias difíciles y crea redes con gran aplomo. Su sentido de la esperanza ayuda a otros en tiempos difíciles. Quizás lo más intrigante es que tiene poder, aunque lo desconoce hasta el final del cuento.
Los profesores universitarios tienen un poder no muy diferente al de Dorothy, aunque no siempre reconocemos o utilizamos nuestras habilidades para establecer condiciones y oportunidades para que los estudiantes aprendan, para ayudar a facilitar la capacidad de pensar de los estudiantes, o para inculcar confianza y orgullo en los estudiantes donde antes no existían.
No creo que importe si enseñas en un aula, en una sala de seminarios, en un laboratorio, en un entorno de prácticas o en un aula electrónica. Todos los profesores pueden aplicar las lecciones de El Mago de Oz a la práctica del aula. Piensa en ello mientras recorres el camino de baldosas amarillas en busca de la excelencia docente. ¿Lo ves al otro lado del arco iris o en tu propio patio trasero?