Las luchas políticas durante la era Sengoku
El periodo Sengoku (1477 – 1573), conocido como las provincias en guerra, es un periodo muy concreto de la historia de Japón, marcado por numerosos conflictos militares y cambios sociales. En realidad, abarca la segunda mitad de la era Muromachi (1336 – 1573). El periodo Sengoku es importante porque marca la primera transición del Japón medieval al moderno. Constituye el último periodo antes del establecimiento de la dinastía shogun Tokugawa, que marca un punto de inflexión importante para Japón.
El periodo Sengoku se abre en un contexto político desafiante: dos cortes acaban de enfrentarse para establecer su legitimidad: la corte del sur, favorable al dominio del emperador, y la corte del norte, partidaria del shogun Ashikaga, que tomó el poder por la fuerza en 1338. Uno de sus sucesores, Yoshinori Ashikaga, fue asesinado en 1441.
El poder va decayendo y estallan las revueltas campesinas. La debilidad del shogunato se hace notar y los jefes de las grandes familias, los daimyo, se imponen poco a poco como autoridad suprema en su región.
El castillo, símbolo del poder
Estos señores imponen el orden gracias a los samuráis, que son sus vasallos y les deben plena lealtad. Las rivalidades no se hacen esperar; los daimyo lucen un casco representativo de su clan, el kabuto, y erigen castillos fortificados, símbolos de su poder y de su progreso arquitectónico. Los diseños de los castillos eran similares: construidos con una base de piedra, un armazón de madera, un calabozo y rodeados por un foso. El castillo de Matsumoto, considerado uno de los tres más bellos de Japón junto con los de Himeji y Kumamoto, es llamado el «castillo del cuervo» por su color negro.
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Esta fragmentación del poder llevó rápidamente a una guerra civil, la guerra de Onin (1467-1477), que incendió y ensangrentó Kioto, y en la que se enfrentaron dos familias (Yamana y Hosokawa) y que terminó con el agotamiento de las fuerzas implicadas y las hambrunas que afectaron gravemente a la población.
Sin embargo, fue durante este periodo cuando surgieron los tres mayores señores de Japón, a saber, Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu, que luego lograron unificar el país durante la era Azuchi-Momoyama.