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Empieza con el fin en mente

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¿Cómo te gustaría estar dentro de unos años? Seguro que has leído o escuchado esta pregunta en infinidad de sitios, pero nunca te la has tomado en serio, porque crees que pensar en «eso» no te va a llevar a «eso». O porque no quieres enfrentarte a la cruda realidad: ¿Eres quien siempre has querido ser? Estás haciendo lo que siempre has soñado hacer?

Mucha gente se pasa la vida muy ocupada en cosas que no son realmente tan importantes, alcanzando el éxito a costa de cosas que son mucho más valiosas para ellos. Si no tenemos la visión adecuada, cada paso que demos nos llevará más rápido al lugar equivocado.

Empezar con el fin en mente es uno de Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva que define el famoso bestseller de Stephen Covey. En su forma más básica, significa tener siempre la imagen del final de tu vida como marco de referencia para evaluar todo lo demás. Se trata de empezar las cosas con una idea clara de cuál es el destino, para que los pasos que demos vayan siempre en la dirección correcta. Si vamos a estar ocupados, hagamos las cosas que nos importan.

Se basa en el principio de que las cosas siempre se crean dos veces, la primera en nuestra mente y la segunda en nuestra realidad física. Los estudios sobre nuestro Sistema de Activación Reticular sugieren que al visualizar nuestro objetivo y ser plenamente conscientes, activamos toda nuestra energía y todas las facultades necesarias para conseguirlo de forma efectiva.

Hoy en día, este poderoso concepto se aplica en muchos contextos y áreas de nuestra vida: liderazgo, creación de empresas, gestión de proyectos, competición deportiva, productividad personal… Los entrenadores enseñan a los deportistas de élite a imaginar el éxito final de una prueba antes de que comience. Al tener una idea clara de cómo debe terminar un proyecto, podremos planificarlo eficazmente, podremos comunicar mejor su propósito a las personas implicadas y tendremos la motivación adecuada para afrontarlo.

David Allen, pionero de la metodología GTD, también apoya este concepto al definir su forma natural de planificar proyectos: «para acceder a los recursos conscientes e inconscientes que tienes a tu disposición, debes tener una imagen clara en tu mente de cómo es el éxito».

Además, también sugiere un modelo de 6 niveles de perspectiva para evaluar nuestro trabajo diario en relación con nuestra visión de la vida. Los dos primeros niveles se encargan de programar nuestro cerebro para que vaya en esa dirección:

  1. Propósito: ¿Qué quieres hacer con tu vida?
  2. Visión: ¿Cómo quieres ser en los próximos 3-5 años?
  3. Metas: ¿Qué quieres conseguir, personal y profesionalmente, en los próximos 1-2 años?
  4. Áreas de enfoque: ¿Qué áreas de su vida merecen su atención?
  5. Proyectos: ¿Qué compromisos está asumiendo para alcanzar sus objetivos?
  6. Acciones: ¿Qué pasos estás dando para alcanzar los niveles más altos?
  7. Reflexionar sobre dónde te gustaría estar en unos años, a todos los niveles (carrera, familia, logros personales, etc.), puede cambiar la forma en que ves tu vida. Definir claramente tu visión te ayuda a tomar decisiones, a identificar soluciones y a abordar cuestiones críticas.

    Dicen que la mejor manera de hacerlo es escribiendo una declaración de quién quieres ser, qué da sentido a tu vida y cómo te gustaría vivir. ¿Quieres probarlo? La declaración debe ser muy clara, sin ambigüedades. Debe describir el futuro deseado, de forma atractiva y memorable. Debe mostrar aspiraciones realistas y alcanzables, y estar alineada con tu propósito vital y tus valores.

    Por supuesto, las cosas no van a suceder sólo por pensar en ellas. Si visualizas pero no actúas, sólo estás soñando despierto. La visión debe estar respaldada por una estrategia, un plan que permita abordarla con eficacia. Para eso están los otros niveles de perspectiva: objetivos, áreas de enfoque, proyectos y acciones.

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