La dinastía mameluca
Este proceso de usurpación del poder se personificó y culminó con el establecimiento de la dinastía mameluca, que gobernó Egipto y Siria desde 1250 hasta 1517 y cuyos descendientes sobrevivieron en Egipto como una importante fuerza política durante la ocupación otomana (1517-1798). El general kurdo Saladino, que se hizo con el control de Egipto en 1169, siguió lo que para entonces constituía una tradición en la práctica militar musulmana al incluir un cuerpo de esclavos en su ejército, además de elementos kurdos, árabes, turcomanos y otros libres. Esta práctica también fue seguida por sus sucesores. Al-Malik al-Ṣāliḥ Ayyūb (1240-49) tiene fama de haber sido el mayor comprador de esclavos, principalmente turcos, como medio de proteger su sultanato tanto de los rivales dentro de la dinastía ayubí como de los cruzados. A su muerte, en 1249, se produjo una lucha por el trono, en el transcurso de la cual los generales mamelucos asesinaron a su heredero y finalmente lograron establecer a uno de los suyos como sultán. A partir de entonces, durante más de 250 años, Egipto y Siria fueron gobernados por mamelucos o hijos de mamelucos.
Los historiadores han dividido tradicionalmente la era del gobierno mameluco en dos periodos: uno que abarca de 1250 a 1382 y otro de 1382 a 1517. Los historiadores occidentales llaman al primero el periodo «Baḥrī» y al segundo el «Burjī», debido al dominio político de los regimientos conocidos con estos nombres durante las respectivas épocas. Los historiadores musulmanes contemporáneos se refirieron a las mismas divisiones como los períodos «turco» y «circasiano», con el fin de llamar la atención sobre el cambio de origen étnico de la mayoría de los mamelucos, que se produjo y persistió después de la adhesión de Barqūq en 1382, y sobre los efectos que este cambio tuvo en la fortuna del estado.
Hay un acuerdo universal entre los historiadores de que el estado mameluco alcanzó su apogeo bajo los sultanes turcos y luego cayó en una prolongada fase de declive bajo los circasianos. Los principales logros de los mamelucos turcos fueron la expulsión de los cruzados que quedaban en el Levante y la derrota de los mongoles en Palestina y Siria. Sin embargo, es dudoso que ese objetivo figurara en sus planes; más bien, como gobernantes de Egipto, buscaban reconstituir el Imperio egipcio. Los mamelucos también trataron de extender su poder a la Península Arábiga y a Anatolia y la Pequeña Armenia; para proteger la retaguardia de Egipto, se esforzaron por establecer su presencia en Nubia.
Para consolidar su posición en el mundo islámico, los mamelucos revivieron el califato, que los mongoles habían destruido en 1258, e instalaron un califa bajo su vigilancia en El Cairo. Su patrocinio de los gobernantes de las ciudades santas de Arabia, La Meca y Medina, sirvió para el mismo fin. El espectacular éxito en la guerra y la diplomacia se vio apuntalado económicamente por el apoyo de los mamelucos a las industrias y la artesanía, así como por su restauración de Egipto como principal ruta comercial y de tránsito entre Oriente y el Mediterráneo.
Entre los sultanes mamelucos más destacados se encuentran Baybars I (1260-77) y al-Malik al-Nāṣir (1293-1341). La incapacidad de los mamelucos para encontrar un sucesor capaz tras la muerte de este último debilitó la fuerza y la estabilidad de su reino. Pero los historiadores de la época datan el inicio del declive de la dinastía a partir de la llegada del primer sultán circasiano (Barqūq) en 1382, y afirman que, a partir de entonces, el ascenso en el Estado y el ejército dependía de la raza (es decir, de la ascendencia circasiana) y no de la habilidad demostrada en el arte de la guerra, que había servido como principal criterio de promoción durante el periodo turco. Sin embargo, la mayor importancia asignada a la filiación étnica fue sólo una de las causas de la decadencia; igual o incluso más importantes fueron los factores económicos y de otro tipo. Sin duda, parte de la explicación reside en la incapacidad de los mamelucos, divididos en facciones hostiles, de proporcionar las salvaguardias necesarias contra los beduinos para el desarrollo pacífico del comercio y la agricultura. Además, las pérdidas demográficas causadas por las plagas que asolaron Egipto y otros lugares de Oriente contribuyeron a la decadencia económica. En estas condiciones, los mamelucos no pudieron defender Siria contra el conquistador turco Timur (Timur Lenk) en 1400. Bajo el gobierno del sultán Barsbay (1422-38) se restableció brevemente la estabilidad interna y la gloria mameluca resurgió con la conquista de Chipre en 1426. Sin embargo, los impuestos cada vez más elevados que se exigían para financiar estas empresas aumentaron las dificultades financieras de los mamelucos. El último golpe económico se produjo con el asalto portugués al comercio en el Mar Rojo (c. 1500), que fue acompañado por la expansión otomana en el territorio mameluco de Siria. Al no haber adoptado la artillería de campaña como arma más que para la guerra de asedio, los mamelucos fueron derrotados de forma decisiva por los otomanos tanto en Siria como en Egipto y, a partir de 1517, constituyeron sólo uno de los varios componentes que formaban la estructura política de Egipto.
Culturalmente, el periodo mameluco es conocido principalmente por sus logros en la escritura histórica y en la arquitectura y por un intento frustrado de reforma socio-religiosa. Los historiadores mamelucos fueron prolíficos cronistas, biógrafos y enciclopedistas; no fueron sorprendentemente originales, con la excepción de Ibn Jaldūn, cuyos años de formación y creación los pasó fuera del territorio mameluco en el Magreb (África del Norte). Como constructores de edificios religiosos -mezquitas, escuelas, monasterios y, sobre todo, tumbas-, los mamelucos dotaron a El Cairo de algunos de sus monumentos más impresionantes, muchos de los cuales siguen en pie; las mezquitas-tumbas mamelucas se reconocen por sus cúpulas de piedra cuya masividad se compensa con tallas geométricas. La figura religiosa más famosa de la época fue, con mucho, Ibn Taymiyyah, que fue encarcelado por las autoridades mamelucas debido a sus intentos de liberar al Islam mameluco de la superstición y de las adiciones extranjeras.