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Meningitis fúngica

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La meningitis fúngica suele ser un proceso subagudo o crónico; sin embargo, puede ser tan letal como la meningitis bacteriana si no se trata. Existen muchas similitudes entre los hongos patógenos. La mayoría de los hongos se aerosolizan e inhalan, e inician una infección pulmonar primaria que suele ser autolimitada. La diseminación hematógena puede seguir a la infección inicial, con posterior afectación del SNC. En raras ocasiones, un traumatismo o una extensión local proporcionan la vía para la infección del SNC. El huésped está frecuentemente, aunque no siempre, inmunodeprimido. Las hifas de los mohos suelen causar enfermedad focal con necrosis hemorrágica secundaria a la trombosis vascular. Las levaduras tienden a causar un proceso más difuso, afectando principalmente a la base del cerebro, de modo que la hidrocefalia es una complicación frecuente de la enfermedad crónica. El diagnóstico puede ser difícil, ya que el LCR puede ser normal, con frotis negativos y cultivos estériles, aunque lo más frecuente es que haya al menos una anomalía que indique enfermedad. Las serologías (si están disponibles, dependiendo del hongo) pueden orientar hacia el diagnóstico correcto, al igual que una cuidadosa historia de viajes. Actualmente, la anfotericina B sigue siendo el fármaco de elección en la mayoría de las situaciones; sin embargo, los nuevos antifúngicos azólicos son muy prometedores, especialmente en el tratamiento de la meningitis criptocócica. El papel preciso de estos agentes seguirá sin estar claro hasta que se completen los estudios adecuados a gran escala sobre su eficacia. El tratamiento de las micosis inusuales del SNC seguirá basándose en la experiencia clínica, y los informes sobre el uso de los nuevos azoles en estas enfermedades deben evaluarse de forma crítica.

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