Hoy la Iglesia celebra a los tres arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Los tres son nombrados en la Escritura, y desempeñaron papeles importantes en la historia de la salvación.
El Arcángel San Miguel es el «Príncipe de las Huestes Celestiales», el líder de todos los ángeles. En hebreo, su nombre significa «que es como Dios», que fue el grito de batalla de los ángeles contra Lucifer y sus seguidores después de que se rebelaran contra Dios. Miguel es mencionado cuatro veces en la Biblia, en Daniel 10 y 12, en la carta de Judas y en el Apocalipsis.
Michael arrojó a Lucifer y a los espíritus malignos al infierno. Se le invoca para protegerse de Satanás y de todo mal. En 1899, el Papa León XIII tuvo una visión profética del mal que se infligiría a la Iglesia y al mundo en el siglo XX. Instituyó una oración en la que se pedía la protección de San Miguel, que se rezaba al final de cada misa.
Según la tradición cristiana, los oficios de San Miguel son cuatro:
- luchar contra Satanás
- rescatar las almas de los fieles del poder del enemigo, sobre todo en la hora de la muerte
- ser el campeón del pueblo de Dios
- llamar de la tierra y llevar las almas de los hombres al juicio
San Gabriel, cuyo nombre significa «Dios». Gabriel, cuyo nombre significa «fuerza de Dios», también se menciona cuatro veces en la Biblia. En el Nuevo Testamento, lo más significativo es que anuncia el nacimiento de Juan el Bautista a su padre, Zacarías, y se aparece a la Virgen María en la Encarnación del Verbo en su seno.
La tradición cristiana sugiere que Gabriel también se apareció a San José y a los pastores, y que «fortaleció» a Jesús durante su agonía en el huerto de Getsemaní.
El nombre de San Rafael significa «Dios ha curado», porque cura la ceguera de Tobías en el Libro de Tobías. Este es el único lugar donde se menciona a Rafael. Su oficio es tradicionalmente aceptado como el de la curación y los actos de misericordia.
Rafael también se identifica con el ángel de Juan 5:1-4, que descendió sobre el estanque y le otorgó poderes curativos, de modo que el primero que entrara en él después de que se moviera quedaría curado de cualquier enfermedad que sufriera.