Resumen:
En este poema, Whitman se cuestiona su propia existencia y la futilidad de la vida. Reflexiona sobre los «interminables trenes de los infieles», o las muchas personas que, a lo largo de su vida, traicionan sus expectativas. Describe ciudades llenas de gente insensata y se reprocha a sí mismo no ser mejor que esas masas incrédulas.
Admite que sus ojos ansían vanamente la luz y que él, como muchos otros, siempre quiere algo mejor de lo que tiene. Se lamenta de que las cosas nunca salgan como él quiere y observa a las «sórdidas multitudes» que le rodean y que también luchan por el camino de la vida. Cree que está entremezclado con esa gente, pasando otros tantos «años inútiles» en pos de una idea lejana. Al final del poema, responde a su propia pregunta: la existencia es motivo suficiente para que los humanos existan, y tener vida es razón suficiente para vivir.
Análisis
Whitman escribe en su característico verso libre con muy poca estructura formal y sin esquema de rima. Hay dos estrofas: la primera tiene siete versos, y la segunda, a partir del sencillo primer verso «Answer» contiene tres versos. En la primera estrofa, Whitman emplea la anáfora, repitiendo la palabra «de» al principio de cada línea. Esta repetición sitúa al lector dentro de la cabeza del hablante para que pueda experimentar el poema como una corriente de conciencia. El título, «¡Oh, yo! Oh, vida!» resume en realidad todo el conflicto del poeta: se cuestiona su propio propósito (¡Oh, yo!) y se pregunta por qué la vida puede ser tan cruel (¡Oh, vida!).
El formato de «pregunta» y «respuesta» del poema permite a Whitman hacer una elección inusual e inesperada. Aunque los lectores podrían esperar que el poema fuera un lamento doloroso (como muchos poemas), el poeta responde a su propia pregunta. Whitman utiliza la «Respuesta» de la segunda estrofa como una forma de expresar su propia perspectiva sobre el sentido de la vida. Transmite su creencia de que la vida humana es sagrada, y que los seres humanos deben apreciar lo que tienen. Aunque este poema comienza con una pregunta eternamente elusiva, Whitman opta por combatir sus propios sentimientos de impotencia e inutilidad ofreciendo una respuesta. En lugar de dejar que su lamento se prolongue, aprovecha la oportunidad para recordar a los lectores (y a sí mismo) que el propósito de la vida es vivir.
Whitman elige imágenes específicas para representar la desesperanza en este poema. Tanto los «trenes de los infieles» como las «ciudades llenas de insensatos» evocan los temas de la modernización y la industrialización. El siglo XIX estaba lleno de innovaciones que modernizaban la sociedad, por lo que Whitman escribía con el telón de fondo de un mundo que cambiaba rápidamente. Reconoce que en el contexto del rápido desarrollo y los logros humanos, es fácil que los seres humanos se sientan inútiles, inadecuados y, en última instancia, decepcionados con sus vidas. Whitman admite que él mismo se siente así; de hecho, su falta de condescendencia hace que su obra sea muy cercana. No ofrece instrucciones para solucionar el problema, sino que pide a su lector que se detenga y se dé cuenta de que está contribuyendo a la humanidad simplemente por estar vivo.
Whitman elige una poderosa metáfora en la última línea que es esencial para entender el poema. Se refiere a la civilización como un «poderoso juego», e insiste en que cada persona «contribuirá con un verso». Con esta imagen, Whitman es capaz de comunicar sus creencias democráticas (ya que cada persona contribuye por igual), así como enfatizar la importancia del arte y la expresión humana. Esta metáfora concreta también le permite a Whitman fundamentar su filosofía existencial en un contexto relacionable.