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CATARRA CRÓNICA: SUS SÍNTOMAS, CAUSAS Y EFECTOS; ALGUNAS OBSERVACIONES PRÁCTICAS DEL DR. LIGHTHILL, autor de «Un tratado popular sobre la sordera», «Cartas sobre el catarro». NO. 34 ST. MARK'S-PLACE, NEW-YORK. SÍNTOMAS DEL CATARRO. CAUSAS DEL CATARRO. TRATAMIENTO DEL CATARRO. DE J.S. BEECHER, ESQ., FIRMA DE IVES, BEECHER & CO., NO.98 FRONT-ST. DE MAJ. ALVIN WALKER, PAYMASTER, U.S.A. DE W. LARRABEE, ESQ.

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Cualquier inflamación de la membrana mucosa de la garganta o la nariz es favorable a la producción de catarro. Los resfriados ordinarios, si se descuidan o se agravan por una exposición adicional, son muy propensos a volverse crónicos y convertirse en Catarro, y son la causa en casi dos tercios de todos los casos que se presentan. La escarlatina, el sarampión, la difteria y todas las enfermedades que afectan a la garganta, la inhalación de polvo, la atmósfera impura o los vapores aéreos, son algunas de sus causas más frecuentes. El catarro ataca preferentemente a quienes poseen una constitución débil o escrofulosa y un temperamento linfático; a los individuos de fibras blandas, que respiran una atmósfera impura o confinada, o cuyos sistemas están debilitados por una alimentación insuficiente o insubstancial; a las personas enervadas por el trabajo memtal severo, los excesos físicos o las enfermedades exhaustivas; a quienes llevan una vida indolente, o habitan, ya sea por elección o por necesidad, en lugares húmedos y mal ventilados, privados del aire puro y de la luz solar necesaria. Las personas expuestas a las vicisitudes del clima, o insuficientemente protegidas contra el frío, los niños escrofulosos, las mujeres cloróticas y los recién internados. De hecho, todo lo que debilita el sistema o vicia la constitución, favorece el desarrollo del catarro. Su gran prevalencia en este país se debe a los cambios repentinos y frecuentes del clima y la temperatura, a los extensos viajes por ferrocarril en los que las personas están confinadas en vagones polvorientos, mal ventilados, abarrotados y sobrecalentados. En el caso de la población de correos, a menudo puede atribuirse al uso extensivo y desmesurado del tabaco, que enerva el sistema y produce una inflamación local de la membrana mucosa de la garganta. En las mujeres, a los hábitos indolentes y sedentarios y a su confinamiento en habitaciones y salones oscuros, de los que se excluye sediciosamente la benéfica luz del sol en beneficio de los muebles, las alfombras y el cutis. Este estilo de vida hace que la constitución sea débil y enclenque, muy sensible al frío o a los cambios de tiempo, e incapaz de resistir cualquier choque al sistema. En el caso de los niños, a menudo se debe a la tonta e imprudente exposición de sus brazos y piernas, que se dejan al descubierto por la idea de que mejoran su aspecto. Esta práctica no puede ser condenada con demasiada severidad, ya que provoca una circulación desigual y las consiguientes congestiones. Como la membrana mucosa de las fosas nasales es la superficie más sensible expuesta, los repetidos ataques de frío son el resultado de esta absurda costumbre, y el catarro no es infrecuente.

El catarro ha sido considerado como una enfermedad incurable, y en virtud de esa suposición, ha sido descuidado tanto por la profesión como por el público.

El autor ha hecho durante años su estudio especial de esta dolencia; fue el primero en publicar una descripción detallada de su naturaleza, síntomas y efectos, y al hacerlo, ha dirigido la atención tanto de la profesión como del público a la gran importancia del tema.

Por el éxito establecido del tratamiento instituido y perfeccionado por él, ha demostrado sin lugar a dudas la posibilidad de curar el catarro, si se trata adecuadamente. Todas las dudas sobre la corrección de esta afirmación se disiparán con la lectura de los testimonios adjuntos de personas que ocupan posiciones muy conocidas en la sociedad.

Hotel CLARENDON, NUEVA YORK.

Me complace recomendar al Dr. Lighthill a los afectados por catarros o enfermedades de la garganta, ya que yo mismo he sufrido durante algunos años esas dificultades, y me he visto aliviado por el eficaz y hábil tratamiento del doctor.

J.S. BEECHER.

Nº 63 BLEECKER-ST, NEW-YORK.

He estado sufriendo de catarro en una forma severa y complicada durante muchos años, que fue muy agravada por la exposición en el campo, y amenazó con las más graves consecuencias.

Me puse bajo el cuidado médico del Dr. Lighthill, que me fue altamente recomendado, y a quien estoy en deuda por una cura radical.

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