La urticaria crónica se caracteriza por la activación de mastocitos/basófilos que inician la respuesta inflamatoria. Desde el punto de vista patogénico, la enfermedad puede representar en muchos casos un fenómeno autoinmune. También se ha implicado en su patogénesis la alteración de la función del sistema neuro-endocrino-inmune debido al estrés y a otros factores. Las hormonas sexuales modulan las funciones de las células inmunitarias e inflamatorias, incluida la secreción de mastocitos, y se consideran responsables de la susceptibilidad diferencial asociada al género y a la fase del ciclo menstrual y de la gravedad de algunas enfermedades autoinmunes e inflamatorias. La urticaria crónica es aproximadamente dos veces más frecuente en las mujeres que en los hombres. Además, la urticaria puede estar asociada a algunas enfermedades y condiciones caracterizadas por cambios hormonales, como la endocrinopatía, el ciclo menstrual, el embarazo, la menopausia y los anticonceptivos hormonales o la terapia de sustitución hormonal. Las reacciones de hipersensibilidad a las hormonas sexuales femeninas endógenas o exógenas se han implicado en la patogénesis de las lesiones urticariales asociadas a estrógenos y a la dermatitis autoinmune por progesterona. Hemos observado una menor concentración sérica de dehidroepiandrosterona sulfato (DHEA-S) en pacientes con urticaria crónica con respuesta positiva y negativa a la prueba cutánea con suero autólogo. Así pues, debe tenerse en cuenta la influencia de las fluctuaciones del medio hormonal y la alteración de la expresión de las hormonas sexuales en el desencadenamiento, el mantenimiento o el agravamiento de la urticaria. Además, hay que tener en cuenta el posible impacto de los miméticos de los estrógenos, en el medio ambiente y en los alimentos, en el desarrollo de la enfermedad asociada a la activación de los mastocitos. Esta revisión pretende esbozar lo que se sabe sobre la posible influencia de las hormonas sexuales en la expresión de la urticaria.