No hace falta ser neurocirujano para saber que es de vital importancia que el cerebro reciba un suministro ininterrumpido de sangre. Esto se debe a que las células nerviosas requieren un suministro constante de oxígeno. Incluso una breve interrupción aturde a las células nerviosas, perjudicando su funcionamiento, mientras que una privación de oxígeno más prolongada las mata. Si sólo se ve afectada una zona pequeña y no crítica del cerebro, es posible que no se note el daño. Pero, por desgracia, el daño suele ser muy evidente. Las interrupciones breves o parciales del flujo sanguíneo provocan los accidentes isquémicos transitorios (AIT), mientras que las obstrucciones prolongadas o completas son la principal causa de los accidentes cerebrovasculares: los derrames cerebrales.
Estadísticas impactantes
El derrame cerebral es la cuarta causa de muerte en Estados Unidos, cobrándose unas 136.000 vidas al año. Otros 660.000 estadounidenses sobreviven a los accidentes cerebrovasculares cada año, pero muchos quedan tan discapacitados que no pueden volver a trabajar. En términos humanos, es una enorme carga de sufrimiento; en términos monetarios, cuesta 74.000 millones de dólares al año atender a las víctimas de los accidentes cerebrovasculares y compensar su pérdida de productividad.
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