Un factor que podemos utilizar para entender mejor cómo aplicar una teoría ética es determinar si es deontológica o teleológica. Los sistemas éticos deontológicos se basan en nuestro sentido del deber para actuar de acuerdo con lo que es correcto. Por tanto, se centran mucho en si una acción es moralmente correcta en sí misma, en lugar de fijarse en las consecuencias, las intenciones o los motivos de una acción. Podríamos decir que estas normas son, por tanto, «absolutas»: tienen una autoridad total y no cambian para adaptarse a diferentes situaciones, sino que deben aplicarse en todo momento. Un ejemplo de teoría deontológica es la Ley Moral Natural de Aquino, ya que propone una serie de «preceptos primarios» clave y apela a nuestro deber de seguirlos, independientemente de la situación en la que nos encontremos; por ejemplo, la regla de que siempre debemos actuar para «preservar la vida», es decir, para no matar.Una teoría teleológica, en cambio, se fija en las consecuencias o el «fin» de una acción para determinar si es moralmente correcta. La teoría teleológica, en cambio, se fija en las consecuencias o el «fin» de una acción para determinar si es moralmente correcta. Por tanto, una teoría teleológica puede aplicarse de forma situacional y contextual: debemos considerar si una acción en una situación determinada producirá un resultado deseado. En la teoría del utilitarismo de Bentham, por ejemplo, todas las acciones que producen «placer» o «utilidad» son moralmente correctas. En este caso, no podemos decir que «matar está siempre mal», sino que debemos considerar los casos por separado por sus resultados: por ejemplo, en el caso de la pena de muerte para un asesino en serie probado, esto puede considerarse moralmente justificado ya que reduce el dolor general.