Una coproducción de la Universidad de Maryland en College Park Visual Press, Caméras Continentales, Société Française de Production, La SEPT-Drama Division Guillaume Gronier, FR3 Music & Drama Division Dominique Fournier,WGBH Boston, PBS, Radioteleviseo Portuguesa-EP; cortesía Smithsonian Institution Press VideoVer todos los vídeos de este artículo
Teatro del Absurdo, obras dramáticas de algunos dramaturgos europeos y estadounidenses de los años 50 y principios de los 60 que coincidían con la apreciación del filósofo existencialista Albert Camus, en su ensayo «El mito de Sísifo» (1942), de que la situación humana es esencialmente absurda, carente de propósito. El término también se aplica vagamente a esos dramaturgos y a la producción de esas obras. Aunque no existió un movimiento absurdista formal como tal, dramaturgos tan diversos como Samuel Beckett, Eugène Ionesco, Jean Genet, Arthur Adamov, Harold Pinter y algunos otros compartieron una visión pesimista de la humanidad que lucha en vano por encontrar un propósito y controlar su destino. En esta visión, la humanidad se siente desesperada, desconcertada y angustiada.
Las ideas que informan las obras también dictan su estructura. Por lo tanto, los dramaturgos absolutistas eliminaron la mayoría de las estructuras lógicas del teatro tradicional. Hay poca acción dramática tal y como se entiende convencionalmente; por mucho que los personajes actúen frenéticamente, su ajetreo sirve para subrayar el hecho de que no ocurre nada que cambie su existencia. En Esperando a Godot (1952), de Beckett, se elimina la trama y surge una cualidad circular e intemporal cuando dos criaturas perdidas, interpretadas normalmente como vagabundos, pasan sus días esperando, pero sin ninguna certeza de a quién están esperando o de si él, o ella, llegarán alguna vez.
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El lenguaje en una obra Absurdista es a menudo dislocado, lleno de clichés, juegos de palabras, repeticiones y non sequiturs. Los personajes de La soprano calva (1950) de Ionesco se sientan y hablan, repitiendo lo obvio hasta que suena como una tontería, revelando así las insuficiencias de la comunicación verbal. El comportamiento y la charla ridículos y sin sentido dan a las obras una superficie cómica a veces deslumbrante, pero hay un mensaje serio subyacente de angustia metafísica. Esto refleja la influencia de la tradición cómica procedente de fuentes como la commedia dell’arte, el vodevil y el music hall, combinada con artes teatrales como el mimo y la acrobacia. Al mismo tiempo, es evidente el impacto de las ideas expresadas por las escuelas surrealista, existencialista y expresionista y los escritos de Franz Kafka.
Originalmente chocante por su desprecio de las convenciones teatrales y popular por su acertada expresión de las preocupaciones de mediados del siglo XX, el Teatro del Absurdo decayó un poco a mediados de la década de 1960; algunas de sus innovaciones habían sido absorbidas por la corriente principal del teatro, aunque sirvieron para inspirar otros experimentos. Algunos de los principales autores del Absurdo han buscado nuevas direcciones en su arte, mientras que otros continúan trabajando en la misma línea.